A Usted.
Por el abogado Juan Miguel Rodríguez E.
En el proceso que se vive en Chile, ¿es usted de derecha o de izquierda? En circunstancias similares, don José Ortega y Gasset, insigne filósofo español, respondió: “ser de la izquierda o de la derecha es una suerte de hemiplejia moral”. Conozco a todos con quienes compartiré esta reflexión e intuyo que aquéllos a quienes la pudiesen reenviar, reunirán muchas de las características que a nosotros nos vinculan.
La gran mayoría, quizás la totalidad
de nosotros, no pertenecemos a partido político alguno y, por ende, estamos al
margen de la más desprestigiada institución que registre nuestra historia
contemporánea.
Somos, sin duda,
miembros de la genuina clase media, denominada con cierta inquina, “burguesía”,
en toda su amplia gama: intelectuales, profesionales, técnicos, industriales,
comerciantes, agricultores, funcionarios, empleados, civiles, militares e
incluso obreros.
Somos el núcleo
aglutinador de la sociedad; su reserva de valores y principios; los que, en
definitiva, tenemos el poder de determinar el destino de nuestro país.
Somos, desde la
perspectiva política, la fortaleza a conquistar, el botín a repartir entre la
izquierda y la derecha; ni la una ni la otra podrían jamás gobernar si no
contaran con nuestro apoyo. Prueba palpable de ello está dada por la forma en
que desde hace un tiempo a esta parte de autodenominan, respectivamente, “la
centro derecha” y “la centro izquierda”. Es decir, se visten o camuflan con
nuestra ropa.
Ni la derecha ni la izquierda, por sí solas, tienen la posibilidad de gobernar este país y su acceso al poder depende exclusivamente del grado de penetración que logren en la clase media. Clase media que, paradojalmente, está a la deriva política, totalmente ajena a partido alguno y sin otra opción que escoger, trágicamente, como ha ocurrido en las últimas décadas, “el mal menor.”
Y es así como hemos
ido “de mal en peor”. A cada gobierno desprestigiado le ha sucedido otro
del sector opuesto, aún más desprestigiado, pero paradojalmente, con los mismos
protagonistas.
Lenta pero
progresivamente, al principio, pero aceleradamente en el último tiempo, se han
ido destruyendo las bases de la institucionalidad que tanto costó construir, ésas
que justamente son las que han permitido desarrollar esta inmensa clase media a
la que usted y yo pertenecemos.
Una izquierda con un
discurso de odio exacerbado, conocido desde hace tiempo, que ha lanzado
literalmente “los perros a la calle” y que ha logrado acobardar hasta lo
indecible a una derecha cuyo atributo histórico no ha sido precisamente el
valor, han llegado a una transacción que implicará el degüello de la clase
media.
El muy premeditado y nada espontáneo
estallido social ejecutado por la izquierda que, en una población de 18
millones de habitantes, lanzó a la calle hordas de delincuentes que, con suerte
podrían sumar un millón a lo largo de todo Chile, impactó a todos, pero aterró
al gobierno de derecha que, presuroso, se rindió incondicionalmente el 15 de
noviembre de 2018, entregando la piedra angular del desarrollo sostenido habido
en Chile durante 40 años y que dio por fruto, entre otros, el advenimiento de
nuestra clase media.
También mediante otra acción de
fuerza física, moral e inconstitucional de la izquierda, las Administradoras de
Fondos de Pensiones, elemento esencial del crecimiento económico sustentable
del país, han sido entregadas por el gobierno de derecha al saqueo de los
recursos previsionales, con la complicidad de otro de los tantos entes públicos
carentes de jerarquía, prestigio y valor: el Tribunal Constitucional.
Las Fuerzas Armadas
y de Orden, maniatadas por el aterrado gobierno de derecha ante exigencias de
la izquierda, han sido mudos espectadores de la peor ola de violencia y
delincuencia que registre la historia del país.
¿Los Tribunales de
Justicia y el Ministerio Público? Usted sabe la respuesta.
¿¡Para qué seguir!?
Si hay un solo gran culpable de la grave crisis que vivimos, ésa es la clase
política, la izquierda y la derecha, o si se prefiere, la centro izquierda y la
centro derecha, que una vez más se presentan, con toda impudicia, a través de
sus candidatos designados por los partidos, entre gallos y medianoche,
privándonos de opción o con alternativas muy reducidas.
¿Usted va a volver a
elegir el mal menor? A esta altura,
¿tiene claro cuál es el menor de los males?
Habemos muchos que
no lo haremos; nos esforzaremos por buscar entre los candidatos, personas de
bien, íntegras, de prestigio, que no se declaren, como si fuera una virtud, de
derecha o de izquierda.
El resultado de la
constituyente, que es el plato de fondo del menú electoral, no será, por lógica
y casi con certeza, el deseado por esta clase media a la que pertenecemos. Y el
proceso siguiente, el de elaboración de la nueva constitución, será tanto o más
desastroso en materia de gobernabilidad que todo cuanto hemos vivido en estos
dos últimos años.
Tal vez debamos pensar desde ya, en
la última puerta de escape, si aún está abierta, que es el plebiscito de salida
y prepararnos para aprobar lo que corresponda y rechazar cuanto nos parezca
atentatorio contra nuestros merecidos y bien ganados derechos de clase media.
Y si se pretendiera avasallar
nuestros derechos, preparémonos para hacer honor al lema patrio: “Por la razón
o la fuerza”. Ambas nos asisten.