La inmigración ilegal y el despelote.
La
migración en el mundo ha estado presente desde los primeros tiempos, incluso
mucho antes que los hombres se organizaran como naciones o Estados, con el
propósito de encontrar territorios aptos para una mejor subsistencia. En la
actualidad los individuos se desplazan solos o en familia en busca de trabajos,
estudios y mayores y mejores expectativas de vida que las que les ofrecen sus
países de origen. Hoy día, en gran parte a consecuencias de guerras externas o conflictos
internos; escapar del terrorismo, persecuciones políticas, violaciones de derechos
humanos y la perdida de la libertad, el bien más preciado del hombre; o por desastres
naturales y el deterioro de las condiciones ambientales dadas en forma natural
o producto de la intervención del hombre.
A lo
largo de nuestra historia Chile ha sido beneficiado con migraciones desde
Alemania, ex Yugoslavia, España, países árabes, como Líbano, Siria y Palestina,
etc. Todos ellos se han avecindado en nuestro país, creando nuevas familias con
nuestros nacionales, constituyendo verdaderas colonias y aportando con su
esfuerzo y trabajo al progreso y al desarrollo de la nación; participando de
nuestras costumbres y enriqueciéndonos con su cultura y tradiciones. De manera
que no soy contrario a la inmigración, pero legal, de acuerdo con las normas
establecidas por nuestra institucionalidad.
Pero,
todo este sano edificio, solidario y humano se vino abajo desde el segundo
gobierno de Bachelet con la inmigración haitiana -seguramente para asegurar su
futuro cargo como Alta Comisionada de DD.HH. de la ONU, desde donde han sido
impulsadas como parte de la agenda 20-30, de otra manera no se justifica la
vista gorda y su carencia de acción para evitarlo. Diáspora que sirvió de
enriquecimiento a empresas aéreas y agencias de turismo de corta duración que
reclutaron a ciudadanos con falsos ofrecimiento de trabajos en Chile, vendiendo
pasajes de ida y vuelta -regreso que nunca se concretaría- lo que les sirvió
para mayores negocios, dejándolos en completo abandono.
Su
población ha crecido en forma alarmante en Chile. De 50 haitianos residentes en
el año 2002, hoy suman más de 180.000 individuos. Entre 2013 y 2016 la
población creció en un 713%; en el año 2016 ingresaron alrededor de 49.000 y
más de 105.000 en 2017. Población que vive hacinada o en precarias condiciones
en la RM, ocupando preferentemente comunas al norte y al oeste de la capital,
en especial en Quilicura, dando origen a la “pequeña Haití” o la “Haitilicura.”
No cabe la menor duda que esta situación ha venido a perjudicar a los chilenos
residentes en ellas por la mayor demanda de atenciones de salud y educación, al
tratarse de municipios pobres que no han contado con mayores recursos para
enfrentar la mayor demanda social. Cabe señalar que gran parte de esta
población, como la proveniente de Venezuela, Perú, Colombia y República
Dominicana, etc., han sido beneficiados con las diversas ayudas otorgadas por
el gobierno a consecuencia del COVID -que financiamos todos los chilenos- como
el IFE, ingresos que además les han servido para abandonar el país y buscar
mejores posibilidades en EE. UU. en cuya frontera abandonaron decenas de cédulas
de identidad otorgadas por nuestro gobierno. Nos preguntamos ¿cuántos casos
similares habrá como el de la ciudadana Pierre Dougenie? cuyo carné sirvió para
comprobar que recibió más $3 millones por este concepto.
¿Cuál es
el imán que ha traído a tantos inmigrantes a Chile, especialmente de Venezuela
y Perú? El “maldito liberalismo económico” impuesto por el “dictador Pinochet”
y continuado por los sucesivos gobiernos de izquierda democrática durante los
últimos 30 años y que además de la tranquilidad y el orden establecido, logró
colocar a Chile a la cabeza de los países de Latinoamérica por su crecimiento y
desarrollo después de haber estado a la altura de Haití en la década del 70,
ocupando los últimos lugares. Gracias a esta “nefasta política” Chile tiene el
mayor salario mínimo de América Latina, US$ 441 y una de las más bajas
inflaciones anuales, junto a Perú y Colombia, aprox. 4%. En Perú, el salario
mínimo es $US 251, en Haití es US. $ 219 y una inflación de 23%; en Venezuela,
país al cual nos quiere llevar la izquierda radical, es US$ 2,40 y una
inflación que, en el sexenio de Maduro ha alcanzado la exorbitante cifra de
5.4000.000% -por más ceros que le ha quitado al Bolívar- y una inflación anual
que pese al mejoramiento que ha tenido en los últimos años, sigue siendo
extraordinariamente alta: 2019, 9.586%; 2020, 2.959%; y 2021, prevista 2.720%.
Con esos índices
y sumado al régimen dictatorial de Maduro y al estúpido ofrecimiento hecho por Piñera a los venezolanos, cuando le
arrastró el poncho a Maduro en Cúcuta, pretendiendo consagrarse como un líder
internacional, nos ha pasado la cuenta porque en medio de gente honrada que
ingresó por la puerta a Chile, en esta desbandada a través de pasos no
habilitados viene de todo, muchos de ellos han cometido desmanes en Colchane,
maltratando a adultos mayores, violando y robando viviendas que se encontraban
sin moradores y colocando barreras en la carreteras. La frontera con Perú tiene
una extensión de 169 km y con Bolivia 860 km., esta última con decenas de
pasos, la mayor parte de ellos no habilitados. Hasta el año 1999 en que entró
vigencia el Tratado de Ottawa suscrito por Chile, las fronteras de nuestro país
como parte de nuestra planificación defensiva se encontraban protegidas por
campos minados, los que además impedían el paso de contrabandistas y el
comercio ilegal de vehículos, pero el retiro de estos en virtud de dicho pacto
las ha dejado absolutamente desprotegidas.
El
incidente de Iquique no tiene ninguna justificación y merece un severo reproche,
fue un acto indigno, ajeno al espíritu de “Si vas para Chile” … Fue lamentable
que una marcha pacífica que concentró a moros y cristianos protestando por la ocupación
de los espacios públicos, convertidos en basural y baños públicos, ante la
ineficiencia del gobierno tuviera ese desenlace. Sin que constituya
justificación, a nadie le agrada que le vayan a cantar el himno patrio de otra
nación a una región que se caracteriza por su acendrado regionalismo, “Iquique tierra
de campeones” o “Arica, siempre Arica; es como si la Garra Blanca fuera a
cantar a la sede de la U., el himno que recuerda a David Arellano; como tampoco
la conducta de muchos de los inmigrantes, con amenazas a Carabineros “que les
queda poco” no es la apropiada para quien busca ingresar a otro país en pro de
un mayor bienestar. En todo caso el coraje con que se enfrentaron a la policía no
parece que lo hayan demostrado en su país.
En suma,
una inmigración carente de orden, mal regulada e insegura, con una ley cuyo
reglamento pasado 5 meses de su promulgación aun no se termina; con discordias
no aclaradas entre la subsecretaria del Interior y la Corte Suprema que torna
mucho más confuso el problema. El único responsable de este verdadero caos y desaguisado
es el gobierno, en especial el presidente Piñera; el Canciller por su parte ha
mantenido silencio, desconocemos si se han realizado gestiones con nuestros vecinos
para cortar el paso libre o al menos reducirlo.
En mi modesta opinión, como lego, estimo que
los individuos que ingresen en forma irregular a nuestro país no deberían ser
considerados como inmigrantes, sino como refugiados, planificado en forma oportuna
y en tal virtud permanecer próximos a las fronteras de ingreso en campamentos
debidamente habilitados atendidos y custodiados por el Estado, en ningún caso
por los municipios. No podrán ser trasladados al interior del país hasta no conocer
sus antecedentes personales y bajo las condiciones que determine la autoridad,
previa regularización de visas y permisos de residencia de acuerdo con la ley.
Fernando Hormazábal
Díaz
General
de Brigada (R)