martes, 24 de septiembre de 2024

264. TRADICIONES OLVIDADAS

 ¿Qué ha pasado con las Fiestas Patrias?

    Es una verdad indesmentible que con el paso del tiempo las nuevas generaciones “según pasan los años” ─recordando el tema de Ray Conniff en la inolvidable película, “Casablanca”─ las nuevas generaciones se vayan olvidando de viejas tradiciones producto de nuevas experiencias compartidas, impuestas por los avances tecnológicos, situación económica, eventos traumáticos como las guerras, y hoy día el tema de moda, el cambio climático, entre otros factores.

        El asunto es que a medida que uno envejece busca con ahinco aquellas cosas atesoradas en el fondo de su corazón y que iluminaron nuestra infancia y juventud junto a la familia y amigos del barrio, pretendiendo extendcrse en el tiempo que se agota inexorablemente. Surgen las pichangas con la de trapo, los juegos compartidos con amigas; el caballito de bronce, la rayuela, el trompo, etc. Las idas al Parque Cousiño, hoy O’Higgins, a realizar carreras en las acequias con diminutos botes hechos a mano; y en el verano caluroso los baños en calzoncillos en la laguna del parque, con la consecuente huida hacia la calle Beauchef cuando venían los guarda-parques a caballo, etc. Pero sin duda la fecha más esperada era la celebración de las Fiestas Patrias y nuestra cercanía a la Elipse del parque nos hacía visitar casi a diario las preparaciones del desfile y el día 19 no podíamos faltar en ser los primeros e incluso seguirlos algunas cuadras una vez terminada la parada.

    Extraño ese ambiente dieciochero, a pesar que hoy continúan las fondas, con las empanadas, anticuchos, el pipeño y la chicha ─que felizmente descartó la manguera para su venta─ los trajes típicos y la cueca. Esta última cada vez más extraña, salvo en los campos chilenos. Hoy día las producciones musicales son verdaderos eventos que han ido relegando a un segundo plano la música folklórica, cediendo incluso a otras extranjeras. Para las Fiestas Patrias, había que vestirse como para ir a un matrimonio, las mejores pintas si no eran nuevas; las alpargatas se dejaban a un lado y se vestía zapatos; incluso se echaba una manito de pintura a las casas, lo que era imperdonable para los comercios, incluso el almacén de la esquina.

    Para que hablar de las celebraciones escolares, salían a relucir las iniciativas de los maestros cada cual más original para representar el acto patriótico de la independencia nacional. El enbanderamiento era general, por muy modesta que fuera la vivienda, ya en un asta o en una ventana, pero se lucía con orgullo, independiente de su tamaño, pero nadie se restaba. Hoy, un simple recorrido por la capital, por lo menos en Las Condes, ver tan solo una bandera por edificio ─obligados─ la mayor parte descolorida y desgreñada por la acción del tiempo. Mientras escribo estas líneas miro los edificios en 360 grados, tan solo la mía y la de un vecino se manifiestan presentes.

    Lo que hasta hace pocos años se vendía en cada esquina y en variados tamaños ha desaparecido; los vendedores han sido reemplazados por los que ofrecen alcachofas y frutillas. En los primeros días del Mes de la Patria ─la dirigencia del PC del MINEDUC cambió por el mes de la Memoria, extendiéndolo hasta el 20 de octubre, un día después en que los orcos destruyeron Santiago hace 5 años─ esperaba como lo hago cada año colocar una par de banderas en el auto, pero fue como encontrar una aguja en un pajar; mi nana los compró cerca de su casa a dos lucas el par ─una ganga─ y un tanto deshilachados estarán todo este mes. Viejo loco, me dice mi mujer, porque no ha visto otro auto con banderitas, ni siquiera en nuestro viaje a Viña del Mar. Sin embargo, la población ubicada en la toma cercana a Rodelillo, destacaba por la multiplicidad de banderas que relucían al sol radiante; incluso deudos de familiares fallecidos a lo largo de la ruta se habían preocupado no solo de renovarlas sino acompañar con guirnaldas tricolores, ejemplo para el comercio establecido, en que las banderas chilenas no ocupaban un lugar  destacado y se perdían en un bosque de enseñas de auspiciadores.

    No obstante, para el municipio de Las Condes y en general para el comercio local, las fiestas de Navidad son muchos más importantes que el aniversario patrio. Luces y guirnaldas adornan cada año los postes en las avenidas principales, no se escatiman los presupuestos. Se ha perdido el respeto al pabellón patrio, símbolo de identidad de nuestra nación. Con la democracia se dio término a la ceremonia de izamiento de la bandera al inicio de la jornada escolar los días lunes, porque sin duda consideraban que era un gesto propio de la dictadura. Incluso en las manifestaciones políticas se extravía entre enseñas del Movilh, mapuches y otras de corte subversivos. Recordemos que durante los actos delictuales de octubre de 2019, hubo artistas que trapearon el suelo con la bandera chilena, otros las quemaron y no faltaron “damas” que haciendo gala de su feminismo extremo se las pasaron por sus partes íntimas. No es de extrañar entonces, como lo denunciara Cristián Labbé, que se le haya otorgado el premio nacional de literatura a Elvira Hernández; autora de una colección de poemas ideologizados convirtiéndola como un símbolo de la resistencia durante el Gobierno Militar.

        De 48 horas es el día de la Bandera de Chile/ los saludos de centenas de salvas/de cincuenta carillas los discursos/de dos y tres regimientos las procesiones/las escarapelas los estandartes los pendones/ al infinito a la velocidad de la luz los brindis y honores

    A mayor abundancia, el ultraje al pabellón patrio se hizo extensivo a las fuerzas encargadas del orden público, protagonizadas, auspiciadas y financiadas por quienes hoy nos gobiernan. Por ello, no extrañan las faltas al respeto por parte del mandatario, quien al parecer goza con actuaciones carentes del más absoluto desprecio por las formas y costumbres republicanas, lo que ha convertido en un hábito, una “lamentable normalidad,” como se evidenció durante la última Parada Militar. Como solemos decir los viejos del siglo pasado para describir a este tipo de personas, un roto picante, ordinario, pinganilla, que ni siquiera se respeta a sí mismo. El problema es que nos enloda y avergüenza a todos los chilenos.

¡Ciudadanos!/ ¿Qué nos une en este instante? / ¿Quién nos llama?/ encendidas las pupilas y frenéticas las manos / ¿A qué viene ese clamor que en el aire se derrama/ y retumba en el confín?/No es el trueno del cañón/ No es el canto del clarín/; es el épico estandarte, es la espléndida oriflama/es el patrio pabellón que halla en cada ciudadano un paladín.

Víctor Domingo Silva.

Juro ante Dios y ante esta bandera, siempre fiel a mi tierra/ Patria de mis ancestros que hoy duermen bajo esta tierra/ como no respetarla, quererla siempre y defenderla, /Juro ante Dios y ante esta bandera/ blanca de cordillera, roja de sangre heroica, con un cielo azul de estrellas y si alguien no se despega es de esta tierra/Mi bandera es una sola, venerada por su gente/ radiante cruzó su historia, fue mortaja de valientes/…

Willy Bascuñán

 

Fernando HormazábaL Díaz

General de Brigada

 


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