miércoles, 16 de marzo de 2022

121. EL HITLER DEL SIGLO XXI

 

                        Putín -el satanás- y la invasión a Ucrania.





        Todos creíamos que finalizada la guerra fría con la caída del muro de Berlín el desaparecimiento de la URSS, que dio lugar a naciones independientes fuera de la influencia de Rusia haría desaparecer el peligro de guerras en la zona, especialmente después que EE.UU. y Rusia acordaron el tratado para reducir las armas nucleares estratégicas (START), firmado en Moscú con motivo de la visita del presidente George H.W. Bush. En efecto, a fines de la década del 80 gracias a la abertura de Gorvachov con la perestroika y la glasnot -que le valió el premio Nobel de la Paz- se logró el establecimiento de Estados en antiguas repúblicas de la Unión Soviética entre las cuales están Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania y diez más, que posteriormente ingresaron a la ONU entre los años 1990 y 1992.

    El mundo occidental jamás pensó que un ex agente de la KGB escalara tan rápidamente en la estructura de la Unión Soviética. Sirvió en el gobierno de Boris Yeltsin -sucesor de Gorvachov- en un cargo de administración, luego como director del Servicio Federal de Seguridad -ex KGB- y paralelamente como secretario del Consejo de Seguridad Nacional y más tarde como Primer Ministro. A la renuncia de Yeltsin ejerció como presidente interino, ganando las elecciones en el año 2000, manteniéndose en el poder hasta la fecha con posibilidades de continuar hasta el 2036 de acuerdo a las reformas constitucionales por él impulsadas.

    Pero a Satanás que le gusta vestirse con la imagen de un James Bond, está convencido que ha sido depositario de poderes mesiánicos para reconstruir el antiguo imperio zarista. Desde sus inicios logró el control de la república independiente de Chechenia, tras dos cruentas guerras iniciadas en la época de Yeltsin y a quienes ocupa hoy como mercenarios en la invasión a Ucrania. Tal como lo hizo con Georgia tras su segunda independencia en 1990, en el 2008 el ejercito ruso atacó a dicha república independiente apoyando las sublevaciones de Osetia del Sur y de Abjasia, a quienes reconoció su independencia para evitar que Georgia se hiciera parte de la OTAN. Hoy hace lo mismo con Ucrania, y después de haber ocupado militarmente la península de Crimea en el año 2014, a la que anexó como un distrito federal, ha invadido con todo su poderío militar a esta pequeña república, con los argumentos del nascismo ejercido por Ucrania en la región del Dombas contra las auto proclamadas repúblicas populares pro rusas de Donetsk y Lugansk; por el acercamiento de la OTAN a sus fronteras, cuando han sido las nuevas repúblicas independientes que han solicitado ser parte de dicho organismo; acusa a Ucrania de emplear armas química y que EE.UU. ha instalado un laboratorio para armas biológicas, tal como lo acusó en el 2018 en Georgia, sin haberse jamás comprobado.

     Putin copia los mismos argumentos que tuvo Bush para invadir a Irak, cuando lo acusó de almacenar armas de destrucción masivas que luego se constató ser falso; sin embargo, ha sido el ejército ruso que ante la férrea y patriótica resistencia de Ucrania, tanto civil como militar que ya dura 20 días, cuando se estimaba que no serían más dos o tres por ser una "operación especial" a pesar de su inmenso poderío aéreo y terrestre,lo hobligado emplear armas termobáricas de destrucción masiva, jamás empleadas hasta la fecha en una guerra convencional a fin de doblegar el espíritu de lucha ucraniano, atacando sectores residenciales, sin ni siquiera respetar los hospitales, incluyendo recientemente un nosocomio infantil. 

    Las imágenes de millones de personas, ancianos y niños que huyen buscando refugios en países vecinos a diario colapsan las carreteras; la destrucción de sus viviendas ha sido inmisericorde y estremecen y desgarran el alma, en especial la de aquel niño cuya imagen recorrió todo el mundo, deambulando solo, por inercia, en medio de una columna -seguramente sus padres ya habían fallecido- caminaba con destino desconocido, presa de un llanto incontenible, casi inconsciente, con sus documentos -al parecer- en una mano y en la otra una pequeña bolsa, imposible de no sensibilizar hasta las lagrimas por la impotencia de no poder hacer más que lamentar, solidarizar con su dolor y esperar que este calvario e infortunio culmine a la brevedad

    Pero a este enajenado mental nada lo detiene, aun a riesgo que su país se encuentre al borde de un “default” producto de las sanciones económicas y de la caída brusca de su moneda, la amenaza de una guerra nuclear siempre esta latente, porque para una persona que no está en sus cabales, que se esmera en superar sus traumas de niñez, de vivir en una casa de 20 m², hijo tardío de un matrimonio de obreros, llegar a ser el hombre más poderoso del mundo e inmensamente rico, con yates y mansiones, no le importaría un desastre nuclear al verse perdido. Y así tenemos al mundo pendiente de un hilo; la OTAN, las Naciones Unidas y la Unión Europea con las manos atadas, tal como nuestros policías y las FF.AA.; la Corte Internacional sin herramientas para hacerlo desistir ya que ni siquiera concurrieron sus representantes cuando lo citó la Corte Internacional y menos que cumpla las eventuales sanciones de dicho órgano de justicia internacional.

    Los días pasan y pasan, y los ataques se vuelven cada vez más severos y violentos, cometiendo crimenes de guerra y de lesa humanidad, ante la resistencia del pueblo ucraniano que no se doblega, a la cabeza de su presidente que ha dado muestras de un valor y de una entereza inconmensurable, acogido por decenas miles de civiles y voluntarios que se han plegado a la armas. Pero la ayuda material entregada por EE.UU y naciones de Europa no es suficiente. Se requiere que otros primeros ministros o jefes de gobiernos como de Polonia, República Checa y Estonia concurran a dar su apoyo; aumentar la presión a Rusia para permear a su propia población civil de este crimen y abuso atroz; para que los corredores aéreos humanitarios se establezcan e influir en las negociaciones tantas veces fracasadas por las desmedidas condiciones de Putín, el miserable. Actitudes como la de una trabajadora de una televisora rusa estatal, que interrumpió para increpar que no creyeran en la propaganda rusa, tiene más valor que una batería de misiles caídos en las propias tropas. Seguramente, a esta altura ha sido envenenada que es la técnica más recurrente de este régimen o bien, apresada, siendo torturada o despachada a Siberia. 

    Las medidas económicas no han sido suficientes, como tampoco las declaraciones de jefes de Estados. Es preciso aislar a Putin en su propia nación; suspender las relaciones diplomáticas o al menos retirar a los embajadores de aquellas naciones que aman y desean la paz, independiente de los riesgos que ello pueda producir. Que lo perciba el pueblo ruso cautivado por una propaganda engañosa.

   El Papa Francisco, que en un comienzo no pareció importarle esta guerra, después de dos semanas ha despertado. Juan Pablo II lo habría hecho al instante y su voz estaría tronando aún a través de todo el mundo.

    Es mi grano de arena apoyando al pueblo Ucraniano.



Fernando Hormazábal Díaz.

Brigadier General (R)

Si estimas pertinente ruego difundir.

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