sábado, 15 de junio de 2024

242. EL SINDROME DE LA IDENTIDAD GÉNERO

 

Un dilema latente


         La identidad de género. ¿Enfermedad o estado? En todo caso es un síndrome, de acuerdo a la etimología de la palabra. Según los estudiosos y antropólogos existe desde los tiempos más antiguos y que la cultura occidental lo ha ocultado por siglos, existiendo constancia de transgénero en variados periodos y culturas, respaldados por crónicas, pinturas, esculturas, cerámicas, etc., lo que según algunos le daría un carácter de normalidad. Se citan testimonios de Hipócrates e historiadores como Plinio, Flegón de Trales y con mayor profusión en la narrativa de la mitología griega, la que incluye el concepto de andrógino o hermafrodita, como Platón en “El Banquete”. No se escapa ni siquiera Júpiter, quien utilizó el travestismo con fines eróticos para conquistar a Calisto. Y esto no nos  debe extrañar, pues en la actualidad tenemos un diputado de la república que nació como hombre, se considera mujer, se siente y se viste como tal y que optó por un nombre femenino, biológicamente es masculino; no ha sido sometido a intervención quirúrgica alguna, jamás visitará un ginecólogo y ha reconocido que su pareja es masculina y heterosexual.

         Investigadores relatan la existencia de tribus de Norteamérica con hombres que asumían tareas de mujeres y viceversa; por otra parte, en la costa ecuatoriana durante la colonia se conoció a los “enchaquirados”, un harén de homosexuales dedicados a asuntos religiosos; en tanto, se ha sabido de comunidades indígenas de Filipinas que en su comportamiento y vestimentas actuaban como mujeres; y en Europa se han conocido casos excepcionales a lo largo de los siglos, siendo uno de los más conocido el caso de Charles de Beaumont que vivió públicamente como mujer en el s. XVIII, habiendo nacido como hombre  según consta en su acta de fallecimiento.

         El auge de este síndrome, que para muchos es una expresión de normalidad, en la época moderna data desde hace varios decenios y se ha difundido o esparcido como una mancha de petróleo en el océano hacia el resto del mundo, encontrando a los mal llamados progresistas como los más fervientes seguidores. Desde el punto de vista político, después de la caída del muro de Berlín, terminada la guerra fría y la cantinela de la lucha de clases, el debate sobre los medios de producción, de la propiedad y distribución de la riqueza ha pasado a segundo plano como bandera de lucha para alcanzar el poder. La izquierda encontró su maná en nuevas causas y en las minorías oprimidas: indígenas, migrantes, movimiento LGHTBI, aborto libre, eutanasia, feminismo, etc., de la mano con la teoría Gramsciana que ha copado nuestras universidades en las últimas décadas, dando origen a un verdadero tribalismo cultural y social que pretende excluir al resto de la sociedad, recurriendo a todas las herramientas y medios con tal de perseverar en su cometido. Los chilenos tuvimos oportunidad de conocerlos y presenciarlos durante la pasada protesta delincuencial, entre otras manifestaciones con la actuación de Las Tesis y los actos de connotación sexual, burdos, groseros y explícitos por jóvenes frente a universidades.

         No es ajeno a esta nueva bandera de la diversidad, que antes rechazaba o aceptaba a regañadientes a hombres afeminados o “fletos” y mujeres “amachadas” o “marimachos,” en la actualidad se acepta la tesis del cuerpo equivocado, lo que ha dado lugar además en esta sed de transformaciones a la investigación científica y desarrollo de nuevas técnicas, que por supuesto trae asociado un actividad comercial, no tan solo en el ámbito de la publicidad con banderas, insignias, pañuelos y lienzos, sino en el de la salud en la fabricación de penes y vaginas artificiales,  y una variedad de hormonas, que incluso se proporcionan a niños que aún no alcanzan la pubertad, existiendo publicaciones que dan cuenta que esta industria ha pasado de vender 8 millones de euros anuales a tres billones.

             Hasta aquí, Toribio a modo de preámbulo para la próxima columna  "Prefieres un hijo muerto o una hijatrans”, dado que el “acusete” delata una merma de la audiencia, lo que constituye un desafío para mejorar y abreviar.

Fernando Hormazábal Díaz

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