domingo, 25 de agosto de 2024

259. ¡ASÍ NO HAY SALUD QUE AGUANTE…! Parte I

 

Seguimos Igualito



    La expresión que encabeza este comentario me hace recordar a mi querida madre, que cada vez que los menores habíamos dejado la crema con el desorden en la casa y no cooperábamos para corregirlo, nos decía “así no hay salud que aguante…”, que en no pocas veces las acompañaba blandiendo un rollo de lienza con que nos cascaba para corregir tales conductas, que muchas veces nos hacía anticiparnos y tirarlas al techo hasta donde teníamos que escalar para recuperarlo, para evitar doble sanción. Bueno, era la época en que nuestras profesoras a quienes respetábamos y queríamos a pesar de los reglazos en las manos o piernas, y ni siquiera se nos ocurría contar en casa, a riesgo de recibir un buen tirón de orejas; eran los psicólogos de entonces y crecimos sin traumas. Las citadas expresiones vienen como “anillo al dedo” ─otra frase con olor a naftalina─ para visualizar el deplorable actual estado de derecho que impera en nuestro país, absolutamente insuficiente para enfrentar la delincuencia, el crimen organizado, el terrorismo, la descontrolada inmigración ilegal y el robo en el despoblado, a través de “cajeros automáticos” en que se han convertido municipios y fundaciones fraudulentas. 

    Pero en esta oportunidad, Toribio las asocia a la salud producto de una situación de carácter familiar, que lo hizo poner los pies en la tierra sobre las atenciones que brindan las instituciones públicas, pese al incremento cada vez mayor de los recursos presupuestarios y al abnegado esfuerzo de su personal. 

    En virtud de una antigua norma legal, mi cónyuge perdió la condición de ser mi carga familiar pese a no habver desarrollado actividades remuneradas y en consecuencia, abandonar el sistema de salud del Ejército y afiliarse a FONASA; sin embargo, si bien tiene la oportunidad de volver al sistema, no lo ha hecho pues la atención que brinda el CESFAM comunal es excelente; el ahorro en medicamentos es muy significativo para hacer frente a su enfermedad que la mantiene en un estado de discapacidad severa, los que mensualmente son entregados en domicilio, lo que comprueba, en mi caso particular, que todo no es tan malo en el sistema público. Por otra parte, la ventaja de residir en Las Condes, le permite atenderse en la clínica Nueva Cordillera, donde siempre hay horas disponibles en casi todas las especialidades, por lo menos dentro de la semana o en la próxima, incluso sábado y domingos, lo que es un gran acierto para aquellos que por razones laborales les sea difícil concurrir en días hábiles; por otra parte, los valores de los bonos de FONASA para los residentes en la comuna que estén afiliados a la clínica en nada son comparables al HOSMIL y a otras clínicas. Pero no todas las comunas son tan ricas como Las Condes, observación válida, pero es ahí donde debería entrar a tallar el Estado con aportes directos,  subsidios o derivaciones a las instalaciones privadas con cargo a sus recursos para generalizar estos beneficios

    Claro que siempre hay un pero, y me lo habían anticipado. El día que tuviese que recurrir de urgencia al Hospital Militar u hospitalizarla al no ser carga familiar “otro gallo cantaría”, parodiando una vez más a mi vieja. Y vaya que lo fue, Bernardo O’Higgins llegó a morderme los dedos cuanto tuve que pagar la cuenta que con FONASA y todo bordeó los $500 mil por la atención. Obviamente que me dolió, pues el monto no lo había dimensionado, pero lo pude hacer aún con gran sacrificio, pues el motivo era más que justificado. Lo anterior me hizo pensar: ¿qué pasa con aquellos chilenos que durante una noche o en la madrugada requieren de una urgencia y no pueden pagar una clínica? Por lo general en los hospitales públicos las guardias médicas no dan abasto; para que decir durante la pandemia o ahora en invierno. Los pacientes vegetan en camillas en las mismas guardias e incluso llegan a fallecer y llevarlos a una clínica particular es impensable por el costo, existiendo disponibilidades de atención, se supone.  Y eso me hizo caer en el tema, en la correcta utilización de los recursos del Estado. Toda esta larga perorata para caer en “los putos pesos”, como solía decir el ministro que les quitaba los “patines” en educación” a los alumnos o colegios más aventajados, para igualarlos con los menos; y que siendo ministro de Hacienda con su “gordi” apoyó la venta a capitales chinos de una compañía eléctrica nacional, de la cual ahora es el único director no chino de esa misma empresa. ¡Casualidad nomás, no seas mal pensado Toribio, cada día más hocicón!

   Está claro que la salud pública adolece de graves dificultades. Requiere ingeniería, gestión administrativa, atención oportuna e igualitaria. La falta de cobertura en especialidades médicas es evidente, en especial en las zonas extremas, donde los “putos pesos” son más importante que Hipócrates; la carencia de infraestructura tanto hospitalaria como en otros niveles es alarmante; insuficiencia de políticas públicas; se precisa de remuneraciones acorde al ejercicio de las funciones para su personal; carencia de camas hospitalarias, y un largo etc., etc., que a la larga todo redunda en los mencionados pesos.  Y no es que estos falten, no digo que sobren pero están pesimamente mal distribuidos, mal empleados; o lisa y llanamente robados. Tirémonos a la piscina. Lo veremos en el próximo blog.

Fernando Hormazábal Díaz

General de Brigada (R)

 

1 comentario:

  1. Muy bien dicho Toribio y sólo lamento que me hayas recordado la existencia
    del infame Ministro Eyzaguirre, genial inventor de los patines. 😒

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